Y en el tema de maridaje, ¡el blanco es un campeón! Pensemos en todos esos platos que adoran un buen blanco: mariscos, pescados, ensaladas, quesos frescos, platos asiáticos, tapas, y hasta postres. Con un tinto, muchos de estos platillos simplemente no funcionarían.
Los vinos blancos nos ofrecen una paleta de sabores increíble: desde la mineralidad cortante de un Albariño gallego, hasta la untuosidad de un Chardonnay de California. Desde la explosión aromática de un Sauvignon Blanc hasta la complejidad de un Riesling alemán con años de botella.